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¡Ahora sí que el futbol se la voló!

Me llamó la atención una portada de un periódico que decía: “Amir no es un terrorista y hay que liberarle”, refiriéndose al caso de un jugador de futbol iraní, Amir Nasr-Azadani, quien es supuestamente acusado por el gobierno de su país por delitos que le pueden llevar a una sentencia a muerte.

Al ver dicha portada, y después de tanto contenido que esta circulando sobre esta noticia, me provocó diversas ideas opuestas, los cuales estaré estructurando a continuación.

Cuando un periódico dice: “Amir no es un terrorista y hay que liberarle”, me hace pensar en la increíble responsabilidad de un medio de comunicación, o un comunicador, al transmitir un mensaje. El éxito de un comunicador depende íntimamente, en mi opinión, de conservar la pureza de su mensaje transmitido, al momento de llegar a su público objetivo; un comunicador no habla por hablar. ¡Es así de simple! A saber: ¿a poco la afirmación: “Amir no es un terrorista y hay que liberarle” no nos da a entender que “Amir, por ser futbolista, no es un terrorista y por eso hay que liberarle”; o ¿por dónde viene la afirmación publicada de que no es un terrorista? Más bien, me gustaría preguntar a quién escribió dicha frase: ¿Qué conoces de Amir, más que es un futbolista?

Mi objetivo en esta columna no es investigar si Amir en verdad es inocente, tampoco es saber si la condena es justa o no; mi objetivo no es defender a Amir, ni defender a la postura de sus supuestos condenadores. Digo “supuesto”, porque hasta el momento no he visto una fuente oficial que detalle el tema de la sentencia; lo más profundo que he leído fue lo que ha publicado BBC con base a “investigaciones de BBC Monitoring basadas en fuentes no reveladas”; por otro lado, me encontré con fuentes oficiales iraníes que desmienten la noticia.

Es triste observar cómo nos dejamos llevar con las noticias, como nos hacemos esclavos de los sentimientos, sin buscar la razón detrás de las cosas. Es triste ver un mensaje, como el mencionado, tan mal estructurado de un medio de comunicación. No lo digo por una postura política respeto al asunto tratado, sino lo digo como comunicólogo.

Si yo creo que “Amir no es un terrorista y hay que liberarle”, ¿entonces lógicamente debo de creer que “Juan N -por ejemplo- es un terrorista y hay que matarlo”? En lo personal, no estoy a favor de quitarle la vida a ninguna persona, sin importar qué tan “malo” sea. ¡Nadie tiene derecho sobre la vida humana de los demás!

La confusión mediática generada alrededor de este tipo de noticias fue algo que viví en carne propia; mi pensamiento se remonta al año 2012, cuando el conflicto en Siria estuvo en la peor época, mis papás desde Alepo me contaban cosas muy diferentes a lo que circulaba en medios de comunicación. La mayoría de las televisoras publicaban noticias muy manipuladas, sin análisis real, y alimentadas por interés de una infinidad de actores políticos.

Suena muy sencillo, pero en verdad no lo es cuando se trata de la vida humana. En este mismo contexto, me pregunto: ¿cómo sabemos la verdad en el caso de Amir? Apoyo plenamente el derecho de Amir a la vida, de la misma manera como apoyo el derecho a vivir de cualquier persona, independientemente a su profesión, edad, raza, color o nacionalidad. No me importa si Amir es futbolista o no, esta persona se tiene que liberar si es inocente. Si Amir es culpable tendrá que enfrentar las consecuencias, que en ningún momento estoy de acuerdo que una de ellas es quitarle la vida. No es como dijo Shakira, que “el Mundial no puede ser más importante que la vida humana”, más bien: ¡nada es más importante que la vida humana!

Termino reflexionando: ¿dónde estaba Shakira, y todos los demás, cuando se mataban miles de personas, injustamente, en diferentes lados del mundo?

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